sábado, 21 de febrero de 2009

Biografía de HERMINIA D. DE BRAGATO




Herminia Domínguez de Bragato nació el 19 de setiembre de 1916 en el departamento de Godoy Cruz de la ciudad de Mendoza, en el seno de una familia andaluza, que había llegado a la provincia Argentina luego de vender molinos en CHERÍN, ayuntamiento de Ugíjar, a pocos kilómetros de Granada, la patria del gran Federico García Lorca, en Andalucía, España (encuentra el logo de Cherín en la columna derecha).
Venía con algunos bienes doña Amalia Galdeano (su abuela materna), luego de quedar viuda de don Francisco Ruiz, y con varios hijos: Carmen, los mellizos Eduarda y Eduardo, José, Francisco, María de los Martirios mientras que la menor, Amalia, nacería en la Argentina. Inmediatamente pusieron una panadería cuya estructura subsiste hasta este siglo XXI.
Carmen se casó con un político renombrado en Mendoza, don José Domínguez (cuyos padres fueron Cristóbal Domínguez y Dolores Pérez) casi 30 años mayor que ella, una flamante "miss Mendoza" de tan solo 14 años de edad. Bella, blanca de pelo renegrido y ondulado, alta, Carmen tuvo tres hijos con don José: Agustín, Herminia y José Jr.. Continuar leyendo haciendo click en el título.





Carmen tuvo una pésima relación con su esposo, basada en los celos de don José (muy relacionado con el político Carlos Lencina de aquellos años) por la joven belleza de su mujer, y decidió divorciarse, dejando a sus tres hijos al cuidado de sus hermanas. La familia se trasladó a Rosario, donde Herminia estudió el secundario y también inició estudios de piano que por razones económicas no pudo seguir (la crisis de los 30, siglo XX).
En 1935, todos, sin doña CArmen que se había radicado en Montevideo (donde falleció), se trasladaron al flamante departamento 1 de la avenida Córdoba 2053, en planta baja.
En 1936, conoció a José Bragato, que vivía con su familia en el departamento 3 de esa misma planta baja, un grupo de músicos del Norte de Italia, escapados de la tragedia familiar y de las inundaciones del barrio de Saavedra.
En 1937, fueron una pareja de novios felices, e iniciaron una convivencia que no fue bien vista por los estrictos andaluces Ruiz Galdeano. No obstante, el amor pudo más y Herminia y José se casaron en 1943, y tuvieron tres hijos: Juan José (fallecido a los 15 días), Elsa y Adriana. En la fiesta de casamiento, muy sencilla, que se hizo en el patio grande del departamento 3, estuvo el reconocido músico paraguayo Félix Cardozo Ocampo tocando su arpa para deleite de los flamantes esposos. La luna de miel fue en San Luis, en Merlo.
Para Herminia se inició una vida de lucha, de trabajo intenso. Acompañó a su esposo en cada momento de su carrera. Olvidó sus propios deseos de convertirse en pianista para seguir al violoncellista en el que había depositado toda su fe, su esperanza, su necesidad de ser contenida y amada.
El hogar de Herminia y José se llenó de música y de bohemia. Y de enorme trabajo. José tocaba ya en el teatro Colón y sus corridas entre el hogar y el teatro eran constantes, así como su iniciación en la música popular, que había comenzado a poco de conocer a Herminia. Esto trajo un trabajo extra para la nueva ama de casa: además de la crianza de sus hijas y del dolor, del que jamás se recuperó, por la pérdida del único varón que había tenido, tuvo que ser la anfitriona de cientos de músicos a los que había que darles de comer, mantener en la "sala de música" con cafecitos "a la italiana" a fin de que pudieran estudiar en el piano de su marido.
Por ese tiempo, Herminia ya se destacaba por su fineza al hablar y por manejar el francés, lengua que utilizaba para sus oraciones diarias. También fue dueña de una caligrafía perfecta, que mantuvo hasta el final de sus días. Sus cartas a sus hijas, a su nieta, a sus amigos, siempre destilaron amor y sencillez a través de frases bien construídas y de fino lenguaje. Herminia puede ser definida como un bello cristal femenino en el que se conjuraron los mejores dones, aún desde el segundo plano que eligió para que fuese su marido quien sobresaliera.
Ser "mecenas" de los músicos argentinos tiene un único sentido: el de habilitar en forma permanente la mesa de su hogar para todos los colegas que su esposo traía con el fin de que les diera de comer. Tuvo un hogar de "puertas abiertas", cuidando celosamente la educación de sus dos hijas. Por ella, Elsa y Adriana se iniciaron en la música, específicamente en el piano, uno de sus instrumentos amados, aunque seducida por el violoncello de su marido José.
También se preocupó por el estudio del canto, que sus dos hijas habían comenzado muy tempranamente gracias a las visitas del gran músico Roberto Kubik, un comensal casi diario en los primeros años de los 50. Era admirado por los Bragato y muy respetado por las hijas de Herminia y José, convirtiéndose en el "abuelo sustituto" de las pequeñas entonces.
Día y noche, madrugadas enteras, Herminia durante dos décadas asistió sin desmayar esa mesa del comedor que fue famosa entre el mundo musical de entonces. Allí sirvió su cafecito a todos los maestros del tango, desde Enrique Mario Francini hasta Astor Piazzolla, que alababa sus "salsas a la italiana" y gustaba de almorzar ravioles mientras hacía un alto en sus trabajos, cuando regresó de Estados Unidos con su familia, finales de los 50.
Los paraguayos fueron otros comensales y amigos: Herminia los agasajaba con la tradicional "sopa paraguaya", preparada de manera suave, a base de zapallo y de un toque de leche fresca. O bien organizaba las cenas que su marido necesitaba todos los lunes, día de franco en el Teatro Colón.
La mesa de un hogar sencillo, donde el dinero no sobraba, se engalanaba con lo mejor de entonces: los palmitos, el jamón crudo, las aceitunas especiales y los diferentes quesos, como antipasto para alguna pasta, como le gustaba al maestro Bragato.
Sus habilidades como ama de casa fueron en aumento y llegó a preparar exquisitas comidas friulanas, como el "chucrut", una de sus especialidades y uno de sus secretos, para complacer el gusto de su marido, nacido en Udine, capital del Friuli (Italia).
Ser ama de casa con entrega total le permitió al maestro José Bragato escalar en su carrera en años de difícil economía familiar. De no contar con esa asistencia silenciosa y amorosa de su esposa Herminia, jamás habría podido alcanzar los lugares de excelencia que tuvo y tiene.
Cuando las giras de su marido la dejaban al frente del hogar, sola al cuidado de sus hijas y de sus tareas diarias en el colegio, Herminia solía volcarse al piano, a retomar antiguos estudios que la complacían y la hacían muy feliz. O bien tenía la persistencia y la voluntad de escuchar a sus autores preferidos tanto populares como clásicos, entre los que admiraba a Antonio Vivaldi.
Ni en los últimos años de su vida olvidó la coquetería. Amaba los perfumes y los aros, su rostro casi no tenía arrugas pasados los 80 años por lo que un toque de lápiz labial era suficiente para embellecerla. Y, si bien no había tenido una vida de holgura económica, sabía ingeniárselas para que ni perfumes ni bijouterie fina faltaran de sus arreglos personales.
Amaba los viajes que realizó en forma aislada con su marido y su hija Adriana: ir a Montevideo, a saludar a su madre, por la que sintió un amor incondicional y por quien tuvo una enorme comprensión. O bien volver a su Mendoza natal a reconocer su primer hogar y aquellos tangos que había escuchado en su niñez. Amaba "La cumparsita" y supo bailar muy bien en familia.
Amaba las reuniones en su casa, a pesar del intenso trabajo que le demandaban, sin ayuda de terceros. Sola le hizo frente a la vida, a sus deberes que fueron mucho más que los que alguna vez imaginó. Y organizó sola también, valiéndose de su buen gusto, el casamiento de su hija mayor, Elsa. Por ella, sus hijas tuvieron el significado de lo que es un hogar y cómo mantenerlo. Fue maestra de la vida sin proponérselo, desde la sencillez y la modestia, desde el orgullo de ayudar a su marido a ocupar los grandes escenarios, sin pedir nada a cambio.
Nunca olvidó el cumpleaños de los amigos de la casa. No necesitaba anotarlos. Ella llamaba para saludar, un gesto que, aún después de su partida, quienes la conocieron recuerdan con amor.
La generosidad fue otro rasgo de su personalidad. Nunca dejó de hacer un presente a quien le daba una mano, un médico, una amiga, un familiar.
Sonriente siempre, amable, profundamente sensible, inteligente y con enorme sentido común, su paso por la vida jamás será olvidado por quienes la conocieron. Sigue siendo amada y se la extraña. Los músicos perdieron un hogar, el café italiano para que siguieran estudiando el piano, el plato caliente de comida para que no desmayaran de hambre. Todo surgido de las "manos tan pequeñitas" de Herminia D. de Bragato, así le gustaba llamarse. Manos pequeñitas y corazón enorme. Su marido José Bragato escribió la reconocida guarania "Sé que te perdí", junto al músico paraguayo Mauricio Cardozo Ocampo, en reconocimiento a tanto amor y solidaridad de esta pequeña gran mujer que le dio todo y para quien no supo alcanzar la reciprocidad de tanta generosidad plena.
Herminia D. de Bragato sigue viva en nuestros corazones. Ha sido una bendición su presencia en este mundo, una bendición de generosidad y de cariño.
Gracias a Dios por haberla conocido y abrazado a tiempo.
E.B.

(Esta publicación no puede ser reproducida sin indicar la fuente. Derechos de Autor reservados legalmente)



HERMINIA Y JOSÉ, 1943

HERMINIA Y JOSÉ, 1943

HERMINIA Y JOSÉ BRAGATO

HERMINIA Y JOSÉ BRAGATO
Haga click y acceda al blog de José

CON EL "PUMA" RODRÍGUEZ

CON EL "PUMA" RODRÍGUEZ

CON SU MARIDO Y FAMILIA

CON SU MARIDO Y FAMILIA
HIJAS, NIETA Y BIZNIETA NATALIA

CON LA MASCOTA BEETHOVEN

CON LA MASCOTA BEETHOVEN
1999, Con Beethoven Bragato!

En 1933

En 1933

1936

1936

LA FAMILIA PATERNA

LA FAMILIA PATERNA
Junto a sus padres y una tía.

CUADRO AL ÓLEO

CUADRO AL ÓLEO